Los Poetas del Tango

Primera Generación:

Evaristo Carriego (1883-1912)

Carriego fue quien descubrió las posibilidades líricas del arrabal y de los arquetipos que constituirán su mitología personal y porteña, en la que destacan los guapos, los cafés, el barrio y los vecinos, con sus tristezas y sus alegrías, pintándonos toda una época, una geografía, un sentir humano.

Escribió en diversas publicaciones de la época, como «La Protesta», «Papel y Tinta», «Caras y Caretas», y otras. En ellas dio a conocer también sus poesías y cuentos breves. Publicó su primer libro de poemas, «Misas herejes» (1908) y su restante obra poética fue publicada después de su muerte con el título «La canción del barrio» (1913)

Pascual Contursi (1888-1932)

Trascendiendo a las letrillas livianas y picarescas del tango primitivo, Contursi, radicado por entonces en Motevideo, estableció entre 1914 y 1915 las nuevas coordenadas poéticas del género, que incluyeron como particularidad el relato de todo un argumento, desarrollado en unos pocos versos. Tal el caso de “De vuelta al bulín”, que escribió en el ’14 sobre notas musicales del pianista José Martínez.

La letra de tango fue su creación, y con ella convirtió al tango en la canción sentimental de Buenos Aires. Le introdujo temas humanos de validez universal —la nostalgia, la melancolía, las frustraciones del amor, la ambición, la codicia, la decadencia y la injusticia—, aunque su universo específico fuera el de la vida prostibularia, con sus rufianes y rameras.

Contursi solía adosarles letras a tangos instrumentales de esa época..Uno de esos casos fue el de “Lita”, pieza del pianista Samuel Castriota, que con las estrofas de Contursi pasó a llamarse “Mi noche triste”. Hay cierto consenso en considerar a éste el primer tango canción, aunque de hecho no lo fue. Sin embargo, por su hondura, por la audacia de sus metáforas y por el perfecto encastre de los versos en la música tuvo la virtud de ser el heraldo de una nueva época para el tango. Fue también crucial que Carlos Gardel lo grabase en 1917, y que un año después se convirtiera en la gran atracción de una pieza teatral.

Contursi aprovechó una actuación montevideana del dúo que integraban Carlos Gardel y José Razzano para acercales “Mi noche triste”, que el primero cantó en el teatro Urquiza de la capital uruguaya, para después estrenarlo en Buenos Aires en el teatro Esmeralda. Pero el impacto no fue inmediato, como suele ocurrir con las obras renovadoras.

El verdadero éxito le llegó cuando en 1918 fue incluido en «Los dientes del perro»,una pieza teatral de José González Castillo y Alberto Weisbach, cantado por Manolita Poli, una actriz de 19 años, hija de padres zarzueleros.

El suceso de su tango impulsa a Contursi a regresar a Buenos Aires, donde se dedica de lleno a la creación teatral, en colaboración con otros autores exitosos del momento. Produce así una serie de sainetes y piezas atractivas para el público, pero que no perdurarán.

En los argumentos de las obras intercalaba tangos de su autoría.En 1927, Contursi viaja a Europa para residir sucesivamente en España y en Francia. Recién volvería en 1932 a Buenos Aires, pocos días antes de morir.

En Paris había escrito en 1928, con música de Juan Bautista Deambroggio (Bachicha), uno de sus tangos más conmovedores: “Bandoneón arrabalero”, que muestra, quizá como ninguno hasta entonces, la profunda relación afectiva entre dos abandonados: un hombre y un fuelle.

Excepcional también es “Pobre paica”, que en 1914 ideó para la música de “El motivo”, del pianista Juan Carlos Cobián, en el que Contursi se conduele del drama de una prostituta, abatida por el tiempo y la enfermedad.

Filoso, crítico y sarcástico en “Champagne tangó” (música de Manuel Aróztegui), “Ivette” (José Martínez) y “Flor de fango” (Augusto Gentile), todos de 1914, También debe mencionarse, entre el resto de su producción, al burlesco “La mina del Ford”, de 1924 (con Fidel del Negro y Antonio Scatasso), pero sobre todo a “Ventanita de arrabal” (con Scatasso), que escribió en 1927 para su sainete Caferata (término lunfardo que designaba al proxeneta).


Segunda Generación:

 

Celedonio Esteban Flores (1896-1947)

Nació en Buenos Aires, en el barrio de Villa Crespo, en el que convivían criollos e inmigrantes de diferentes orígenes. En ese activo foco de cultura popular transcurrió su infancia y su adolescencia, convirtiéndose en los años 20 en poeta y letrista de gran popularidad. Sus tangos, muchas veces sentenciosos y moralizantes, con magistrales descripciones de sus personajes, recurrían abundantemente al lunfardo, el argot local. Como en el caso de otros célebres letristas, Flores fue, al mismo tiempo, poeta culto y popular. De hábitos bohemios, fue también boxeador. Su mejor etapa creativa abarcó hasta los primeros años 30, pero la vigencia de su obra se mantuvo.

En 1920, envió al diario Última hora, ya desaparecido, un poema denominado Por la pinta, por cuya publicación recibió 5 pesos. Pero su retribución resultó mucho mayor, porque esos versos interesaron a Carlos Gardel y a su compañero de dúo, José Razzano, que le pusieron música. Nació así “Margot”, un tango que caló hondo en la gente con su amarga crítica a la muchacha humilde y bonita que se afrancesa y pervierte para escapar a su destino de pobreza.

Gardel grabó 21 temas de Celedonio, y entre ellos uno de los mayores éxitos de toda su trayectoria: “Mano a mano”, tango en el que un varón salda cuentas con la mujer que amó y le ofrece su desinteresada ayuda para cuando ella sea «descolado mueble viejo». Entre los otros tangos que grabó sobresalen “El bulín de la calle Ayacucho”, “Malevito”, “Viejo smoking”, “Mala entraña”, “Canchero” y “Pan”. Este último contiene una descarnada crítica social, frente a la miseria que siguió a la crisis de 1930. Gardel se abstuvo por modestia de grabar uno de los mayores sucesos de Flores, “Corrientes y Esmeralda”, referencia a una famosa esquina de Buenos Aires, porque la letra aludía a mujeres que soñaban con su pinta.

Carlos de la Púa (1895-1950)

Publicó solo dos libros en su vida, uno de narrativa, totalmente perdido que se llamó «El sapo violeta» y otro de poesía llamado «La crencha engrasada«, y que fuera uno de los máximos exponentes de la poesía lunfarda. Sus poemas se basaban en estibadores portuarios, obreros de todos los oficios, delincuentes, prostitutas, personajes de la noche, que luego pasaban a sus versos en el lenguaje natural de ese mundo marginal.

Fue autor de los tangos «Luces de París» y «Coraje y Fuego«, y del guion de la primera película sonora argentina¡Tango!, en la cual intervino la Orquesta de Juan de Dios Filiberto. Actuó en la película Galería de esperanza. Fue periodista del Diario Crítica, donde desarrolló una larga labor desde el año 1925. Sus notas se caracterizaban por la ironía, la agudeza y el humor. En 1934 dirigió la película Galería de esperanzas (Chingolo) y en 1935 codirigió el filme Internado.

Enrique Gonzalez Tuñón (1901-1943)

Personaje clave de la bohemia literaria de los años de Boedo y Florida, es difícil, encasillarlo en uno u otro grupo. Periodista del diario Crítica colaboró a su vez con publicaciones emblemáticas como Proa y Martín Fierro. Fue aquí en las crónicas policiales de contratapa donde se desarrolló ese estilo, tan particular, que caracterizó la escritura tanto de él como de su compañero Roberto Arlt. Como periodista fue considerado como un verdadero renovador del estilo periodístico nacional, la mayor parte de su obra literaria proviene de sus intervenciones en distintas publicaciones periódicas; fue además guionista de cine (Mañana me suicido, 1942; Pasión imposible, 1943). Escribió tangos (entre los que se cuenta «Pa’l cambalache«, escrito junto a Rafael Rossi y grabado en 1929 por Carlos Gardel), ademas de piezas teatrales, sainetes y folletines.

Su libro más logrado es seguramente «Camas desde un peso» (1932) que se ubica en el límite intergénero de la novela y el cuento. Allí se relatan los avatares de cinco personajes de dudosa estampa, asiduos visitantes de una no menos dudosa fonda llamada «El puchero misterioso». En general la obra de Enrique González Tuñón ha sido ignorada tanto por la cultura oficial como por los distintos grupos que en su tiempo dominaron la escena de la literatura argentina. Su propio hermano, el poeta Raúl González Tuñón, uno de los grandes poetas del vanguardismo argentino, ha tenido muchas veces que sufrir las mismas críticas. En el caso de Enrique su anarquismo romántico, su bohemia iconoclasta, su prematura muerte, hayan, quizás, contribuido en este hecho.

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